sábado, 4 de julio de 2009

Estrella fugaz



Hace como un mes apareció en mi pantalla una estrella fugaz con ojos de mujer dejando este texto. Luego desapareció para siempre.

“Soy como he querido ser....como me ha forjado la vida, pero he luchado por ser como me enseñó el amor, ligera de equipaje pesado (envidias, celos, venganzas..) cargada de empatía, sensualidad, ternura...Busco un cómplice, un amigo, alguien que sepa estar a mi lado pero que me quiera libre, ni de dios ni de nadie, ni suyo siquiera...libre, para poder creer que el amor me da alas, que no cadenas”.

Algunas personas lo tienen muy claro y lo escriben muy bien.
La foto no es mía. Qué más quisiera yo.

Pensarse


"Me canso de pensarme". (Miguel Delibes)

La felicidad



Hace años encontré una especie de tesoro escondido en un libro. La definición de felicidad.
Decía: " la felicidad tiene como componente fundamental la claridad y profundidad de los sentimientos".

Creo que no sobra ninguna palabra en esta frase.
La felicidad: Muchos no saben qué es. Hacen zapping en la tele y en la vida. Creen que la fiesta está en otra parte. Buscan y buscan sin saber que lo importante puede ser gratis y estar muy cerca.
La claridad: Saber lo que uno quiere puede costar toda la vida. Muchos se van sin descubrirlo tras años dando palos de ciego y picoteando.
Los sentimientos: atreverse a sentir profundamente me parece lo más difícil de todo. Hay muchos obstáculos.

Cada una de las palabras de esta frase me han tenido ocupado durante muchos largos paseos. (como decía papa-Einstein:"....solitarios, vagabundos, ensimismados...."). Todavía me falta pero creo que estoy en la buena dirección. Al fin.

(el libro era de Margaret Mead, antropóloga, psicóloga , y más cosas. No recuerdo ni el título ni la página)


"No camines delante de mí, puedo no seguirte,
No camines detrás de mí, puedo no guiarte.
Camina a mi lado, y siempre seremos amigos..."

(Mayte, escritora, cuyo blog no puedo poner sin autorización)




Esta foto me gusta mucho. Para tomarla casi me despeño con el coche. Pero lo conseguí. Esta cerca de Lena, en Asturias, y me hubiera gustado verla por dentro, pero no encontré a nadie con las llaves.
"Todos estamos hechos de luces y de sombras". Feuerstein

Es tarde


Es tarde... pero es nuestra hora.
Es tarde... pero es todo el tiempo que tenemos a mano.
Es tarde..., pero es madrugada si insistimos un poco.

Curiosidad malsana


Dicen que a partir de cierta edad lo que nos mantiene vivos es la curiosidad. No estoy de acuerdo del todo pero sí en gran parte.
Quiero relatar aquí un caso “curioso” en un doble sentido. Se trata de una persona para la cual la curiosidad es tanto fuente de vida como de muerte.
La sociedad está evolucionando de tal forma que anticipo (no adivino) que casos similares abundarán cada vez más si no logramos acertar con una terapia colectiva eficaz.
Se trata de una persona que quiere estar al tanto de todo cuanto le rodea. Necesita estar a la última. No soporta perderse las noticias de su edificio, de su barrio, de su ciudad, de su país y del mundo entero. Afortunadamente (para él) todavía el hombre no ha colonizado Marte ya que también querría saber lo que sucede allí.
Lo malo es que no vive en un pueblo pequeño sino en una ciudad grande y, además, tiene tarifa plana de Internet.
Se despierta por las mañanas escuchando las noticias de la radio. Luego su jornada consiste en leer documentos de su trabajo, ver múltiples telediarios, escuchar en las tertulias de su oficina los últimos cotilleos, consultar los ediciones digitales de varios periódicos nacionales e internacionales, charlar con el portero, hablar en el portal de su casa con algunos vecinos seleccionados para conocer los nuevos ligues de la vecina del cuarto, leerse las novedades de unos cuarenta blogs que le interesan, volver a ver telediarios de la noche, luego algunas tertulias televisivas y, finalmente, dormirse agotado con otra tertulia de la radio.
Todo el día tiene la sensación de que está pasando algo de lo que no se entera.
Pregunta a sus compañeros de trabajo por alguna novedad, algún pronostico, algún bulo, un rumor, una nueva relación afectiva entre empleados o algún ascenso reciente.
Es propiamente lo que podría definirse como un “cotilla supino” o “portera digital”.
Este nuevo síndrome, que todavía no tiene nombre aunque voy a proponer la denominación oficial de “cotilla analógico-digital”, se caracteriza por insomnio, ansiedad, crecimiento desmesurado de las orejas, crecimiento también desmesurado del dedo medio de la mano derecha de tanto darle al “intro”, ojos salidos y muy móviles de tanto escudriñar el entorno, sensación de no estar informado y dolores en el pulgar derecho de tanto hacer zapping en la tele.
Según una estimación mía (es decir, objetiva y científica), en los próximos años asistiremos a un crecimiento exponencial de esta patología neurótica ya que cada vez existirán más canales de televisión, más blogs interesantes, más comunicación entre personas y mayor interconectividad por el Facebook, Myspace, etc...
De forma provisional y, para los casos más graves, propongo un tratamiento ambulatorio de choque a base de tortilla de orfidales y tranquimacines, sopa de ansiolíticos, infusiones de tila y vendarle las manos para que no pueda manejar ni telemandos, ni ratones ni teclados. Tampoco podrá encender la radio ni escuchar a los vecinos.
Desaconsejo cortarle la luz de su domicilio porque la nevera se descongela y podría morir al ingerir alimentos en mal estado.
El tratamiento deberá hacerse de forma progresiva ya que “le puede dar algo” si de pronto se encuentra aislado de su entorno escuchando música clásica y paseando tranquilamente por el campo o la playa.
Este nuevo método terapéutico, de eficacia probada por el autor de estas líneas en su misma persona, deberá llamarse método “me la refanfinfla” o “paso de todo, tronco” ya que, al haberlo inventado él (que soy yo), le pone el nombre que le da la gana. Faltaría más.

Los infinitos















Desde siempre había tenido problemás con el infinito. Era una palabra que le atraía pero que le resultaba incómoda. Aparecía en los lugares más insospechados y no siempre de la misma forma.
La primer vez que recordaba haberse encontrado con ella fue en verano. Había aparecido un cometa en el cielo cuyo nombre no recordaba y, con unos prismáticos, se turnaba toda la familia para verlo desde el jardín. Apenas era un punto brillante parecido a una estrella que se movía constantemente pero fue su primer contacto serio con la oscuridad del cielo.

Se le ocurrió una pregunta: Si te vas a la última estrella, pero a la última última última de todas, y miras hacia el otro lado, ¿qué ves?. Le contestaron que se verían más estrellas. El insistió: no, yo digo a la última última de verdad. En ese momento apareció la palabra: “pues más estrellas, hasta el infinito”. Se quedó pensando incómodo. No lo entendía. Intentaba imaginárselo pero le resultaba imposible. Era casi peor que la palabra “eterno” con la que le amenazaban muchas veces. El infierno para toda le eternidad.

El siguiente encuentro se produjo en clase de matemáticas. La profesora había dicho: “dos rectas paralelas se juntan en el infinito”. Los demás se callaron, pero él pregunto:¿Pero como se van a encontrar en el infinito?. Si son paralelas serán paralelas siempre. Si un tren va por una vía muy larga, siempre seguirá siendo un tren por una vía. ¿En el infinito ya no será un tren?. No lo entiendo.

La profesora dijo claramente mirándole a la cara: “Dos rectas paralelas se cortan en el infinito y se acabó. Lo dicen los libros y no vas tu a ser más listo que los que escriben libros”.

Se calló porque esa profesora era de las que pegaban. En esa época todo el mundo pegaba: padres, profesores, hermanos mayores, sacerdotes, compañeros de otros cursos superiores.... todos. Para ello usaban cualquier instrumento aunque cada uno tenía sus preferencias. Su padre usaba la zapatilla, muchos profesores la regla, los misioneros claretianos del internado estaban especializados en juntar un manojo de llaves y dar golpes en la cabeza, los maristas daban tortazos y los salesianos pellizcos. Contaban que los agustinos daban capones.

Asoció el infinito con la oscuridad del cielo de verano. Luego se dio cuenta de que no todos los infinitos eran iguales. Estaban los infinitos de mentira, como el amor infinito.

Otro tipo eran los que más bien eran incontables, como los granos de arena de las playas, las gotas de lluvia o las estrellas del cielo. Eran infinitos pero menos.

También estaban los infinitos “difíciles” como la eternidad, o el espacio, el pasado y otros parecidos.

Otro grupo eran los de las fórmulas matemáticas, que eran “infinitos obligatorios” y cuya alternativa era un tortazo o la expulsión de la clase. Entre ellos estaban el de “un número dividido por cero da infinito”, o el de “si se divide una recta por la mitad y luego otra vez por la mitad y así sucesivamente, el final queda un punto que es infinitesimal”. Estos no le preocupaban mucho porque se terminaban al salir de clase.

Todos excepto uno: el de los números. ¿Qué había más; números o números impares?. Por lógica debería haber menos números impares pero resultaba que no, que los dos eran infinitos. Allí tan lejos no había distinciones de clases.

Los malos eran los otros, los que intentaba imaginar cuando se tumbaba en el campo y miraba el cielo, o cuando preguntaba por quienes habían sido los padres de los padres de los padres de los padres....y así hasta el infinito. No se creía lo de Adán y Eva y todavía nadie le había hablado de la teoría de la evolución.

Volvió a encontrarse con el infinito en geometría y en clase de dibujo, con lo de los puntos de fuga, pero estos eran manejables y no le fastidiaban tanto. Eran infinitos de papel.

Todavía sigue intentando imaginar los distintos tipos de infinito aunque se ha desanimado algo cuando ha leído que la idea de infinito es contraria a la intuición y que nadie, ni siquiera Einsteín, pudo nunca imaginarlo, como él mismo confesó.


Hace años se le ocurrió clasificarlos porque le parecía que estaban muy desordenados.

Al principio hizo varios grupos, a los que llamó:

  • “infinitos de mentira”, donde estaban los que se podían sustituir por “incontables”.

  • “Infinitos matemáticos”, a los que llamó también: “o te los crees o te llevas dos hostias”

  • “Infinitos con truco”. Aquí metió los que eran sólo paradojas del lenguaje, como la de Aquiles y la tortuga. (Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga porque cuando llega al lugar donde esta se encuentra, la tortuga habrá avanzado un poco, y así sucesivamente).

  • “Infinitos duros, o infinitos serios”, donde metió todos los demás. Los del espacio y el tiempo y algunos otros. Estos eran los que más le preocupaban y los que le hicieron leerse varios libros sobre filosofía de la naturaleza.

Ha tenido que quitar uno porque ya no se habla de él: el infinito en pasado ha sido sustituido por un universo que explotó hace unos dieciochomil millones de años. Ya no hay infinito hacia atrás. Puede que el futuro también tenga un final pero no está claro todavía.

La lista va aumentando poco a poco y se propone escribir un libro titulado “zoología de infinitos” porque piensa que esta será la solución a su malestar. Su psiquiatra le ha insistido en que no deje de tomarse las pastillas.

jueves, 2 de julio de 2009

La epidemia


El primer signo de alarma fue detectado en la séptima planta del edificio de Lehman Brothers y el rumor corrió como la pólvora. Por la mañana, en el ascensor, vieron a un empleado con una camisa amarilla y sin corbata. Además estaba sonriendo.Los que le vieron afirman que parecía contento. ¿Por qué sonríe?, se preguntaron. ¿Y ese color?.
Los otros empleados de la firma, de traje gris, camisa blanca y corbata, se acercaron a mirar. Nadie daba crédito. Sí daban crédito a sus clientes, por supuesto, y más después de la última reforma del mercado, tras la crisis de 2007-2011, en la que el Gobierno obligaba a financiar las operaciones interbancarias con normas flexibles, pero no daban crédito a lo que veían. ¡ Un empleado sonriente ¡ Inaudito.
Al día siguiente, el empleado cambió su indumentaria por unos pantalones verdes, una camisa con flores y una gafas de sol. Al llegar a su mesa llamó por teléfono a uno de sus clientes y se le escuchó decir:“¿De verdad que han salido? ¿de qué color son? Esta tarde me paso y las regamos juntos. ¿Los niños bien?...Oigo sonar una flauta....
La siguiente noticia que se tuvo de él fue un mensaje desde California en el que informaba a su jefe de que se quedaba a vivir allí, que pasaba de todo y que estaba viendo el atardecer sobre el Océano Pacífico.
Lo malo fue que había mandado copia a todos sus compañeros de trabajo.
Poco a poco cundió el ejemplo. Otros empleados empezaron a lucir camisas fosforescentes, abandonaron los trajes y las corbatas, se vistieron con varios colores y comenzaron a dejarse crecer el pelo.
A los pocos días escribían desde comunas de Nuevo México, desde Michigan o desde las Montañas Rocosas.Se convocó una reunión urgente de la Alta Dirección ya que parecía inminente una epidemia de hyppismo y había que atajarla rápidamente.
Pero ya era demasiado tarde. En otros edificios como los de Morgan Stanley o Merry Linch estaba sucediendo lo mismo. Muchos clientes se quejaban de que, al llamar para negociar créditos o vender acciones, nadie les atendía y un contestador automático decía que el empleado había salido a vivir de forma sana y natural o mensajes parecidos.
Wall Street se estaba despoblando. Lo mismo sucedía en otras sedes de Bolsas y Bancos en Europa y Asia. Los mercados dejaron de funcionar porque la epidemia se extendía. Se pensó en acordonar los centros financieros para impedir la salida de los empleados, o llamar a la Guardia Nacional militarizando a los brokers.
En París intentaron encadenar a los empleados a sus mesas obligándoles a contestar a los teléfonos bajo amenaza de tortura.
Pero todo era inútil.Los antiguos trepas y tiburones del mercado se habían hartado de ganar dinero, de llevar corbata y se estaban instalando en las costas de Guatemala, Honduras y Panamá fundando comunas en las que hacían el amor cuando querían y se dedicaban a cantar.
Todos los índices económicos dejaron de bajar porque nadie los bajaba. El encargado de cambiar el Down Jones estaba en Ibiza. El que tenía que encender el panel donde salía el Euribor se encontraba en una playa de Mojacar con una guitarra.
Los gobiernos convocaron una reunión urgente del G-25 en Munich para analizar la crisis y dar una respuesta coordinada. Se apeló a la OMS para que diera una solución. Al fin y al cabo las epidemias y pandemias eran su especialidad y había que evitar otro crak como el del 2007 que tantos sufrimientos habían costado a la humanidad.
Los expertos recomendaron elevar la alerta a nivel 5. “Pandemia inminente por una idea de vida feliz, muy contagiosa y de efectos devastadores para la salud de la sociedad”.
Se propuso prohibir los viajes a países caribeños, la música, los colores y las plantas fanerógamas. Se puso en cuarentena a todos los viajeros sonrientes que provenían de países declarados “contaminados” y se decretó la prohibición de viajar a ellos o comprar tiendas de campaña.
Si la epidemia se extendía a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, nadie podría evitar el caos.
Nunca la humanidad se había enfrentado a una amenaza semejante y la estabilidad mundial corría serio peligro.La lista de países peligrosos incluía todos los que tenían costas paradisíacas, vegetación exuberante, valles idílicos, ríos con márgenes verdes y prados con flores.Escribo esto desde la orilla del mar.
Acabo de mandar un mensaje a mi jefe diciéndole que, por mi, como si las tuberías se fabrican sin agujero en el centro y recomendándole que haga el amor y no la guerra. Paz y amor para todos.

La perfecta


Desde que nació estaba claro que tendría éxito en la vida. Era realmente preciosa y quienes la rodeaban se lo decían casi constantemente.
A los diecisiete años ya tenía loco por ella a su instituto y a su barrio.
Fuera donde fuera llamaba la atención porque tenía todo aquello con lo que puede soñar un hombre.
Con el tiempo fue adquiriendo conocimientos y destrezas que la acercaban a la perfección como persona en general y como mujer en particular.
Se acostumbró a causar impresión en todos los lugares donde se encontraba pero su comportamiento espontaneo y desenvuelto nunca provocaba la idea de que fuera engreída o soberbia.
Tenía el don de saber estar. Sus conversaciones eran divertidas e inteligentes y las anécdotas que contaba siempre causaban sorpresa o asombro.
Su primer pretendiente serio y en el que ella se fijó (un poco) tenía veinte años y parecía casi perfecto para ella pero sus padres se lo dijeron claramente: “tú mereces algo mejor”
Fue creciendo y repitiendo el proceso: un chico se le acercaba y, si lograba pasar su exigente filtro (tenia que ser alto, guapo, rico, simpático, seguro de si mismo, sano,.....) no pasaba el de aquellos que la rodeaban. “Tu mereces algo mejor”. Así una y otra vez.
Cumplió los treinta años esperando encontrar a aquél príncipe azul que ella se merecía. Pero todos tenían algún defecto.
El que más se acercaba a su ideal o era un narcisista insoportable, o era tonto de baba, o era aburrido, o ...tenía algo. El tiempo pasaba.Cuanto más mejoraba menos chicos se le acercaban. Alguien tan inalcanzable provocaba miedo e inseguridad.
Todos suponían que no les haría caso y ni lo intentaban. Se pasaba sola muchos fines de semana porque nadie le pedía una cita o le proponía salir. Era tan perfecta y tan guapísima que desistían de antemano.
Intentó ponerse fea cortándose el pelo, pero sin éxito. Luego intentó hacerse la tonta. Tampoco. Se vistió de forma descuidada. Menos. Todo le quedaba bien a su cuerpo perfecto.
Ahora, a los cuarenta años, ha bajado bastante el listón de sus expectativas. Ya no hace tanto caso a la frase maldita de “tú mereces algo mejor” y acepta algún defecto. Pero todos tienen dos o más.
Cuando cumpla los cincuenta se conformará con uno que, al menos, tenga piernas y brazos. Odiará a sus padres y a todos los que la hicieron sentirse una diosa.
Nació con una de las peores desgracias que pueden tenerse en este mundo: ser casi perfecta, y saberlo.
Dicen que los dioses se sienten bastante solos.
(La historia es real, y la he visto repetida varias veces)