jueves, 2 de julio de 2009

La epidemia


El primer signo de alarma fue detectado en la séptima planta del edificio de Lehman Brothers y el rumor corrió como la pólvora. Por la mañana, en el ascensor, vieron a un empleado con una camisa amarilla y sin corbata. Además estaba sonriendo.Los que le vieron afirman que parecía contento. ¿Por qué sonríe?, se preguntaron. ¿Y ese color?.
Los otros empleados de la firma, de traje gris, camisa blanca y corbata, se acercaron a mirar. Nadie daba crédito. Sí daban crédito a sus clientes, por supuesto, y más después de la última reforma del mercado, tras la crisis de 2007-2011, en la que el Gobierno obligaba a financiar las operaciones interbancarias con normas flexibles, pero no daban crédito a lo que veían. ¡ Un empleado sonriente ¡ Inaudito.
Al día siguiente, el empleado cambió su indumentaria por unos pantalones verdes, una camisa con flores y una gafas de sol. Al llegar a su mesa llamó por teléfono a uno de sus clientes y se le escuchó decir:“¿De verdad que han salido? ¿de qué color son? Esta tarde me paso y las regamos juntos. ¿Los niños bien?...Oigo sonar una flauta....
La siguiente noticia que se tuvo de él fue un mensaje desde California en el que informaba a su jefe de que se quedaba a vivir allí, que pasaba de todo y que estaba viendo el atardecer sobre el Océano Pacífico.
Lo malo fue que había mandado copia a todos sus compañeros de trabajo.
Poco a poco cundió el ejemplo. Otros empleados empezaron a lucir camisas fosforescentes, abandonaron los trajes y las corbatas, se vistieron con varios colores y comenzaron a dejarse crecer el pelo.
A los pocos días escribían desde comunas de Nuevo México, desde Michigan o desde las Montañas Rocosas.Se convocó una reunión urgente de la Alta Dirección ya que parecía inminente una epidemia de hyppismo y había que atajarla rápidamente.
Pero ya era demasiado tarde. En otros edificios como los de Morgan Stanley o Merry Linch estaba sucediendo lo mismo. Muchos clientes se quejaban de que, al llamar para negociar créditos o vender acciones, nadie les atendía y un contestador automático decía que el empleado había salido a vivir de forma sana y natural o mensajes parecidos.
Wall Street se estaba despoblando. Lo mismo sucedía en otras sedes de Bolsas y Bancos en Europa y Asia. Los mercados dejaron de funcionar porque la epidemia se extendía. Se pensó en acordonar los centros financieros para impedir la salida de los empleados, o llamar a la Guardia Nacional militarizando a los brokers.
En París intentaron encadenar a los empleados a sus mesas obligándoles a contestar a los teléfonos bajo amenaza de tortura.
Pero todo era inútil.Los antiguos trepas y tiburones del mercado se habían hartado de ganar dinero, de llevar corbata y se estaban instalando en las costas de Guatemala, Honduras y Panamá fundando comunas en las que hacían el amor cuando querían y se dedicaban a cantar.
Todos los índices económicos dejaron de bajar porque nadie los bajaba. El encargado de cambiar el Down Jones estaba en Ibiza. El que tenía que encender el panel donde salía el Euribor se encontraba en una playa de Mojacar con una guitarra.
Los gobiernos convocaron una reunión urgente del G-25 en Munich para analizar la crisis y dar una respuesta coordinada. Se apeló a la OMS para que diera una solución. Al fin y al cabo las epidemias y pandemias eran su especialidad y había que evitar otro crak como el del 2007 que tantos sufrimientos habían costado a la humanidad.
Los expertos recomendaron elevar la alerta a nivel 5. “Pandemia inminente por una idea de vida feliz, muy contagiosa y de efectos devastadores para la salud de la sociedad”.
Se propuso prohibir los viajes a países caribeños, la música, los colores y las plantas fanerógamas. Se puso en cuarentena a todos los viajeros sonrientes que provenían de países declarados “contaminados” y se decretó la prohibición de viajar a ellos o comprar tiendas de campaña.
Si la epidemia se extendía a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, nadie podría evitar el caos.
Nunca la humanidad se había enfrentado a una amenaza semejante y la estabilidad mundial corría serio peligro.La lista de países peligrosos incluía todos los que tenían costas paradisíacas, vegetación exuberante, valles idílicos, ríos con márgenes verdes y prados con flores.Escribo esto desde la orilla del mar.
Acabo de mandar un mensaje a mi jefe diciéndole que, por mi, como si las tuberías se fabrican sin agujero en el centro y recomendándole que haga el amor y no la guerra. Paz y amor para todos.

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