jueves, 2 de julio de 2009

La perfecta


Desde que nació estaba claro que tendría éxito en la vida. Era realmente preciosa y quienes la rodeaban se lo decían casi constantemente.
A los diecisiete años ya tenía loco por ella a su instituto y a su barrio.
Fuera donde fuera llamaba la atención porque tenía todo aquello con lo que puede soñar un hombre.
Con el tiempo fue adquiriendo conocimientos y destrezas que la acercaban a la perfección como persona en general y como mujer en particular.
Se acostumbró a causar impresión en todos los lugares donde se encontraba pero su comportamiento espontaneo y desenvuelto nunca provocaba la idea de que fuera engreída o soberbia.
Tenía el don de saber estar. Sus conversaciones eran divertidas e inteligentes y las anécdotas que contaba siempre causaban sorpresa o asombro.
Su primer pretendiente serio y en el que ella se fijó (un poco) tenía veinte años y parecía casi perfecto para ella pero sus padres se lo dijeron claramente: “tú mereces algo mejor”
Fue creciendo y repitiendo el proceso: un chico se le acercaba y, si lograba pasar su exigente filtro (tenia que ser alto, guapo, rico, simpático, seguro de si mismo, sano,.....) no pasaba el de aquellos que la rodeaban. “Tu mereces algo mejor”. Así una y otra vez.
Cumplió los treinta años esperando encontrar a aquél príncipe azul que ella se merecía. Pero todos tenían algún defecto.
El que más se acercaba a su ideal o era un narcisista insoportable, o era tonto de baba, o era aburrido, o ...tenía algo. El tiempo pasaba.Cuanto más mejoraba menos chicos se le acercaban. Alguien tan inalcanzable provocaba miedo e inseguridad.
Todos suponían que no les haría caso y ni lo intentaban. Se pasaba sola muchos fines de semana porque nadie le pedía una cita o le proponía salir. Era tan perfecta y tan guapísima que desistían de antemano.
Intentó ponerse fea cortándose el pelo, pero sin éxito. Luego intentó hacerse la tonta. Tampoco. Se vistió de forma descuidada. Menos. Todo le quedaba bien a su cuerpo perfecto.
Ahora, a los cuarenta años, ha bajado bastante el listón de sus expectativas. Ya no hace tanto caso a la frase maldita de “tú mereces algo mejor” y acepta algún defecto. Pero todos tienen dos o más.
Cuando cumpla los cincuenta se conformará con uno que, al menos, tenga piernas y brazos. Odiará a sus padres y a todos los que la hicieron sentirse una diosa.
Nació con una de las peores desgracias que pueden tenerse en este mundo: ser casi perfecta, y saberlo.
Dicen que los dioses se sienten bastante solos.
(La historia es real, y la he visto repetida varias veces)

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